Hola, este es otro proyecto del grupo de Miembros de Adictos a la Escritura.
Acá les dejo algunas imagenes relacionadas con el relato, para que se entienda mejor. Son los personajes que me correspondieron: El Trauco y El Grifo.
El Trauco

El Grifo


Algo más que un mueble

Se decía por ahí que un estante de libros era capaz de darle vida a las historias de sus huéspedes, por muy raras u oscuras que fuesen, no importaba. Las páginas quedaban vacías, eran abandonadas por las miles de letras que buscaban su camino en la realidad. Al descubrir la razón de los extraños acontecimientos de la época, un hombre —se desconoce su identidad—, decidió arrojar el estante a un barranco, creyendo que eso bastaría para destruirlo.
Los años pasaron y el viejo estante carcomido por el tiempo fue rescatado por un vagabundo que necesitaba dinero para mantenerse vívidamente borracho. Logró obtener unas cuantas monedas por él, y finalmente el mueble se quedó ahí, en una venta de objetos usados. Nadie sabía lo que en las entrañas de ese siniestro objeto había, pero por las casualidades de la vida, el encargado de la venta, ignorante, colocó dos libros en él: “El Trauco, personaje mitológico de Chile” y “La noche en que apareció el Grifo”. Fue como si después de un tiempo de pasar en coma, resurgiera la conciencia de tal inanimado ser. Un choque de tramas, un golpe de magia y una descabellada historia surgió de la inesperada mezcla.
La noche albergó la esencia liberada por el estante. El bosque más cercano albergó con brazos abiertos a ambos seres y enredó a una inocente e incapaz persona: Sara.
Y así fue como se hizo la historia:
El viento golpeó con fuerza el rostro de Sara, quien se encontraba en el bosque recogiendo leña seca para cocinar. Levantó la mirada, un animal más grande que su perro o incluso que cualquier otro, voló por encima de su cabeza. Su corazón comenzó a golpearle con fuerza en el pecho. La joven extrañada, prefirió acelerar el paso.
En lo alto de un árbol se encontraba uno de los entes más repudiables, con su mirada fija en la que sería su presa. ¡Ah! Después de tanto tiempo, tendría carne fresca. Inhaló con lentitud el aroma que despedía aquella niña casi mujer, en ese instante supo que era exquisita, pudo sentir que la tenía entre sus deformes brazos. Le contempló por unos segundos, para memorizar su figura o mejor dicho para imaginar lo que podría hacer con ella.
No había nadie por esos rumbos, ni un solo testigo que pudiera ver, solo estaba él y la bella presa, o al menos eso creía él. Bajó del árbol y tocó el suelo con sus muñones —porque no tenía pies—, ansioso, derribó los árboles que rodeaban a Sara. El pánico se apoderó de ella, congelándola, dejándole paralizada por completo. Sus ojos aun no se encontraban con el diminuto y oscuro Trauco, quien con sus ojos hipnotizantes esperaba que ella se diera la vuelta, para que una vez por todas cayera en su hechizo. Sara apenas miró por su hombro lo que parecía la silueta de un duende, su corazón presintió que claro, no era alguien que había llegado para rescatarla.
Algo se movía delante de la chica, los arbustos se sacudían, Sara con expresión de sorpresa más que de miedo miró al extraño que tenía en frente. El Trauco se enfureció ante la indiferencia de su víctima, quería a como de lugar acabar con la virginidad de Sara, por eso derrumbó con su hacha de piedra otro árbol, que dejó al descubierto por completo al ser que captaba tanto la atención de Sara. Era un Grifo, una enorme criatura que era mitad león y mitad águila. Se inclinó en actitud de respeto hacia la chica. Ella con la boca abierta no supo qué hacer, solo retroceder un paso. El Trauco estaba furioso y tomó de la mano a la chica, sin embargo ella seguía sin verle. El Grifo dio un graznido que asustó al Trauco, provocando que éste se cayera sentado. Sara volvió la mirada y se horrorizó al ver la espeluznante figura retorciéndose en el suelo.
Subitamente, Sara se encontraba en los aires.
—¡Aaaaaaaa! —gritó mientras descendía.
El Grifo la había arrojado por los aires para dejarla caer en su lomo. Tomó impulso, agitó sus alas y comenzó a volar. Sara abrazó con mucha fuerza el cuello del Grifo, porque iba a una velocidad que hacía que las avionetas quedaran atrás. Abandonaron la espesura del bosque rápidamente, se dirigían a la aldea. Pudo ver la inmensidad del cielo gris muy de cerca. Hasta que llegaron a casa. Sí, al parecer el Grifo tenía una misión en esa historia: proteger a la víctima del Trauco.
Descendió con cuidado frente a la puerta de la humilde casa de Sara. Ella se despidió con un abrazo de la hermosa criatura que le había salvado la vida. ¿Y qué había sido del Trauco?, pues como la historia lo había querido, él había desaparecido del bosque, había sido arrastrado por el viento para ser atrapado de nuevo entre las amarillentas hojas del libro.
En cuanto al Grifo, había volado lo más alto que pudo, hasta que la neblina se encargó de esconderlo entre su espesura. Se escapó de la realidad para convertirse en nada más que letras.
Los antiguos libros volvieron a llenarse de sus letras y el estante estático sintió que su interior de nuevo vibraba. Entre todos los objetos viejos, se quedó, justo en medio; el estante en espera de la siguiente historia.